Editorial Alerta: entre realidades y globos
Augusto Galán Sarmiento MD. MPA
Director Centro de Pensamiento Así Vamos en Salud
Hace un par de semanas el presidente de la República sorprendió al país con el anuncio de una declaratoria de emergencia sanitaria y una eventual emergencia económica como consecuencia de un brote de fiebre amarilla, que se puede considerar fuera de lo común pero no sobreviniente. La primera de esas medidas corresponde a un acto administrativo que se ha utilizado muchas veces en el país ante la presencia de diferentes brotes infecciosos como los de fiebre amarilla, zika, chikunguña o dengue.
Somos un país tropical y lo seguiremos siendo mientras el globo terrestre mantenga su eje. Entonces, esos brotes de enfermedades infecciosas tropicales se han presentado y se seguirán presentando en el país, ojalá cada vez más controlados por políticas de salud pública pertinentes.
En cuanto a la declaratoria de emergencia económica, corresponde ella a una de las medidas de excepción constitucional que requiere de condiciones especiales para establecerse, las cuales en este caso de fiebre amarilla están aún lejos de encontrarse.
Hemos conversado con varios expertos epidemiólogos y salubristas sobre la situación y coinciden en varios aspectos. Primero, señalan que este brote de fiebre amarilla genera inquietud al ser comparado con los que se presentaron hace más de 15 años, porque sí se visualiza un desplazamiento del brote hacia zonas que no estaban previamente afectadas por la fiebre amarilla.
A pesar de ello, el brote sigue siendo selvático y de algunas áreas suburbanas aledañas a selvas, en donde predominan los vectores Haemagogus/Sabethes que habitan territorios por debajo de los 1.200 mtrs de altura. Todavía no es urbano y posiblemente tardará muchos años para que lo sea. Sin embargo, no debemos subestimarlo y debemos estar muy atentos ante su eventual traslación para establecer brotes urbanos que dependen más del Aedes Aegypti, el mosquito que se encuentra normalmente por debajo de los 1.800 mts de altura, aunque ha sido reportado de forma aislada en alturas de los 2.100 y 2.300 mts sobre el nivel del mar. De todas maneras y aunque los vectores selváticos no son antropofílicos y fundamentalmente infectan primates, la picadura accidental puede llegar a un ser humano durante el ciclo selvático del virus.
En el segundo aspecto que coinciden los expertos es que la fiebre amarilla debe ser manejada con prevención, preparación y respuesta. El manejo de la emergencia actual se debe concentrar en la contención del brote selvático, para lo cual debemos apelar a los mapas de riesgo. En esas zonas desprotegidas se debe tener mucho cuidado con las personas mayores que no han recibido la vacuna y se encuentran ubicadas en forma dispersa en el territorio. Pero además de esa vacunación focalizada se requiere reducir la presencia de los vectores, para lo cual se necesita eliminar los criaderos con fumigaciones focalizadas y con mucha acción comunitaria para recoger lo inservible y tratar los depósitos de agua donde pueden reproducirse los mosquitos.
La aparición de casos nativos del virus en centros urbanos debe fortalecer la vigilancia epidemiológica activa también en las ciudades con mayor riesgo, que parecerían ser por ahora Ibagué y Neiva. Este brote de fiebre amarilla tendrá un pico y desaparecerá. El factor climático juega un papel clave para que eso suceda. Sería un grave error tratar de obtener réditos políticos con esta situación y mucho mayor pretender asemejarla a lo que vivimos durante la pandemia por Covid-19. Los equipos de vacunación del PAI (Programa Ampliado de Inmunizaciones) desarrollados a lo largo de muchos años son suficientes en número y capacidad para atender la emergencia.
La pretensión de incrementar equipos básicos de salud en el país por este brote no se encuentra justificada y aunque la dispersión de la población en la ruralidad más profunda puede aumentar los costos, no son claros los orígenes de los cálculos que mencionan 600 mil millones y hasta un billón de pesos como el gasto requerido para atender la situación. La definición de zonas en riesgo parece excesiva, pero si se concentran las acciones en 400 municipios priorizados el brote se puede contener.
Tampoco es clara la cifra de 14 millones de personas para vacunar de manera inmediata. Los menores de 18 años tienen buena cobertura de vacunación, que es la población con mayor riesgo. Poblaciones mayores han estado más expuestas al virus.
La tercera coincidencia con expertos es que, hacia el largo plazo, este brote es un mensaje de alerta que ha sido señalado por autoridades internacionales hace tiempo. La intromisión errada del hombre altera el equilibrio ecológico en zonas selváticas. La tala indiscriminada de bosques, la minería ilegal y otras acciones, se encuentran en el origen; y el riesgo de apariciones de enfermedades emergentes y reemergentes cada día es más evidente. Con mayor razón ante el proceso de cambio climático que vive el planeta.
Además de fortalecer la vacunación, requerimos vigorizar la vigilancia de vectores y animales en las zonas más expuestas. La estrategia de One Health (Una Salud) debe estar en el horizonte desde ya. La salud pública no es un tema de equipos básicos ni de simples acciones individuales. Requerimos más entomólogos, más tecnología, adecuados sistemas de información y de control satelital. Las estrategias deben modernizarse y no adherirse a los anacronismos.